El magnetismo se conoce como la fuerza de atracción o repulsión que puede tener un objeto magnético sobre otros elementos ferrosos. Níquel, hierro, acero, y otros metales son los que entran dentro de esta categoría, sin embargo, mediante diferentes procesos químicos, la misma fuerza de atracción puede adecuarse a otros elementos que naturalmente no tienen la misma capacidad.



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Para comprender la manera en que el magnetismo funciona debe comprenderse en primer lugar que existen dos tipos de objetos magnéticos, conocidos como imanes. Hay imanes naturales y artificiales. Los primeros tienen la capacidad de atracción, como su nombre lo dice, desde su estado natural, y sin acción alguna de parte de algún proceso especifico. En su composición se haya gran concentración de óxido de hierro, y también se les denominan como magnetitas.

Los siguientes, los artificiales, toman en cuenta sus propiedades magnéticas tras pasar por un baño de diferentes sustancias fortalecidas con la misma magnetita. Tras convertirse en imanes, tienen la capacidad de continuar con esta propiedad por un largo periodo de tiempo. Entre los objetos que pueden pasar por este proceso de magnetización están el hierro y el acero, siendo el segundo, el más permanente de los dos elementos ferrosos.

Conocidos los imanes, hay que también especificar los polos que decidirán finalmente si se logra la capacidad de atracción o de repulsión que se haya en el magnetismo. Señalados en los extremos del imán, los polos son los lugares de mayor concentración de su fuerza magnética, a diferencia de que en el centro, esta capacidad se ve notoriamente disminuida.

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El poder de atracción de los imanes finalmente se dispondrá sin son conectados los polos opuestos, es decir, si de un objeto se toma el polo positivo, conocido como el polo norte, y se une con el polo negativo, conocido como el polo sur, se verá reflejada la capacidad de que ambos extremos se unan. Por lo contrario, si se utilizan extremos con la misma carga magnética, esto ocasionará el poder de repulsión. De aquí que sea conocido el refrán: “los polos opuestos se atraen”.

Además, vale destacar la existencia del resto de los componentes del magnetismo. Entre ellos están las líneas de fuerza, el campo magnético, así como el flujo, y la permeabilidad. Sobre las líneas de fuerza se establecen como la ruta descrita por la energía magnética que viaja entre los polos. El campo magnético, el cual, representa todo el espacio donde actúan mencionadas líneas de fuerza, siendo estas la constitución base del mismo campo magnético.

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Por su parte, el flujo magnético representa la cantidad de líneas existentes dentro de ese mismo campo, mismas que viajan de extremo norte a extremo sur. La manera de medir este flujo se hace mediante la unidad de Maxwell, en honor a James Clerk Maxwell, físico escocés conocido por desarrollar la teoría electromagnética. Conforme a la facilidad del flujo con el que viajen estas líneas, se conoce así a la permeabilidad magnética que se propaga a través del objeto imantado.

ALFA