Cuando hablamos de la higiene generalmente pensamos en la salud física, en las condiciones de nuestro cuerpo, en la pulcritud que todas las partes deben tener para vernos y sentirnos saludables, a gusto con nosotros mismos; pero pocas veces hacemos mención a la higiene mental que debemos lograr día a día para lograr ese equilibrio tan necesario que nos ayude a encontrar la felicidad.

En este sentido, debemos comparar la limpieza física que hacemos todos los días al bañarnos, sacando de nuestro cuerpo el sucio que adquirimos del mismo ambiente, que se deposita en nuestra piel, nuestros cabellos, axilas, partes íntimas, etcétera; con la limpieza mental que debemos hacer al bañar nuestra mente con jabones de positivismo, con enjuagues de optimismo, con desodorantes de amor propio, y perfumes de actitud, los cuales nos van a permitir botar toda esa basura mental que nos agobia.

En este sentido, la metáfora de basura mental la aplicamos a todo ese bagazo de ideas, creencias y pensamientos que se repiten constantemente para hacernos seres sin higiene mental, quizás muy limpios por fuera, pero sucios por dentro. Así que debemos comenzar por limpiar nuestra mente para tener una vida más plena.

Esto por supuesto, lo podemos lograr si partimos de la premisa de que somos seres de luz, seres de amor, seres con una capacidad inmensa en nuestra mente, que según las investigaciones científicas no utilizamos sino el 10 % de nuestro cerebro.

En este contexto, es conveniente señalar que el término “higiene mental”, representa un concepto que se acostumbra usar para referirnos  al conjunto de hábitos y maneras a través de los cuales  logramos que  nuestra mente se encuentre en  armonía con el entorno donde nos desenvolvemos  y  por ende con las personas con las que interactuamos, nos comunicamos y nos relacionamos, comenzando por nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y miembros de la comunidad, entre otros.

De esta manera, la  higiene mental no se logra solamente con un  cerebro orgánicamente «sano», sino cuando el conjunto de creencias, pensamientos, ideas y sentimientos que poseemos y que generalmente se ubican en el contexto de la mente, cuya estructura física es el cerebro, se encuentra una  armonía entre lo que pensamos, decimos y hacemos, y en algunos casos, basta con que el decir y el hacer no presenten distorsión, ya que a veces por ejemplo, podemos pensar algo sobre alguien, pero el decirlo empeora una determinada situación, por lo que decidimos  no decir lo que pensamos.

Aunque se podría interpretar que el pensamiento no encaja con la palabra y la acción, en esos casos se hace necesaria y es positiva la decisión de no decir lo que pensamos. Sin embargo, debemos tratar de que nuestro pensamiento encaje con nuestras palabras y acciones para poder engranar  bien las piezas necesarias que nos proveen paz e higiene mental. Es algo así, como botar la basura que afea nuestro hogar, que huele mal y no permite sentirnos cómodos y a gusto, o como vaciar la papelera de reciclaje del disco duro para dar mayor velocidad a nuestra computadora y puedan entrar nueva información.

De este modo, podríamos relacionarnos mejor con nuestros semejantes, volvernos más creativos, alegres, eficaces; con una autoestima alta, un auto concepto adecuado y una manera de ver la vida abierta y flexible, donde no exista  estancamiento emocional y un sistema de creencias limitantes, que nos quitan  salud, considerando que la salud no sólo se logra con buenas condiciones físicas, sino también mentales y emocionales.

En este contexto, es conveniente recordar que el Día Mundial de la Salud Mental, celebrado el 10 de octubre de cada año, tiene como finalidad  promover el aumento de conciencia en la población acerca de la incidencia de   los problemas de salud mental, sus causas y sus efectos.

Asimismo, se resalta el hecho de la prevención como punto de partida para evitar estados de depresión  que generalmente se presentan como alteraciones que pueden volverse crónicas, y  inciden directamente sobre  la calidad de vida y la aparición de enfermedades somáticas, tales como el cáncer, afecciones y accidentes cardiovasculares, obesidad y el Alzheimer, entre otras; así como males mayores a nivel psíquico como la esquizofrenia.

Con respecto a la esquizofrenia, queremos resaltar las declaraciones de Ismael Cala, famoso presentador de televisión, quien fue figura del canal de noticias CNN en Estados Unidos, en las cuales reconoció que su padre sufría esta enfermedad, y que con apenas 15 años le tocó vivir la dolorosa experiencias de visitarlo en un hospital psiquiátrico, después de haber recibido electroshocks.

El presentador cuenta con pesar, como a sus 43 años de edad, le ha tocado hablar en público de su historia familiar, que incluye también a su abuelo y su tía, quienes se suicidaron, por lo que el mayor miedo que él ha afrontado es la posibilidad de perder el control de su mente, porque desde los 15  años estaba pidiendo a Dios que le proveyera un cerebro sano, para no tener que afrontar la triste situación por la cual pasaron su abuelo, su tía y su padre.

En este contexto, debe rescatarse la importancia que tiene el mantener una mente sana, de botar la basura mental con frecuencia, si es preciso día a día, para no ir acumulando cargas negativas que dañen nuestra convivencia, nuestras relaciones y en general nuestras vidas.  Por ello, nuestros pensamientos y sentimientos son determinantes a la hora de crear una reacción bioquímica en el cerebro, que envíe señales químicas al resto del cuerpo; para así revertir los efectos negativos sobre nuestra salud mental, emocional y física, considerando que el cuerpo también se afecta al somatizar este tipo de vibraciones y energías perjudiciales.

Es así como, debe considerarse el hecho de que una vez que se ha creado un pensamiento, se llevan a cabo un conjunto de  reacciones físicas que permiten que el  cerebro se alinee con el resto del cuerpo; por lo que se produce un feedback que tiene lugar gracias a la conexión cuerpo-mente; donde juegan un papel fundamental los neurotransmisores que se encuentran en el cerebro.

En este contexto, los  principales neurotransmisores de nuestro cerebro son los siguientes: Acetilcolina (ACH), la dopamina (DA), las enquifalinas y endorfinas, ácido butírico amino-gama (GABA), norepinefrina (NE) y la serótina (5-HT); que son   moléculas   imprescindibles para se lleven a cabo las funciones de todo el organismo. Así por ejemplo, la serotonina y la dopamina son dos neurotransmisores que nuestro cerebro estimula cuando sentimos felicidad, alegría  o euforia, por lo cual debemos tratar de vivir experiencias que nos produzcan estos sentimientos y actitudes.

Pero, de la misma manera que ocurren las sensaciones positivas, pueden generarse reacciones negativas del organismo, por lo que los  pensamientos y sentimientos negativos, como la rabia, la angustia, la depresión, la ansiedad, el miedo excesivo, las fobias, etcétera, pueden  generarnos dolores o molestias físicas que limitan o afectan nuestro estado de salud mental, emocional y físico.

En tal sentido, existen muchos efectos de los pensamientos negativos en nuestro organismo, y cada quien es responsable de darle la connotación o significado negativo o positivo a los mismos, a esos  momentos, situaciones, relaciones o circunstancias que se viven cotidianamente; por lo que está en sus manos, mejor dicho, en su mente, la decisión de desechar lo negativo y pensar positivamente, para que así vayan apareciendo en sus días, estados de ánimo más gratificantes que irán llenando su ser y su cuerpo de salud en todo el sentido de la palabra.

Muchas veces, las molestias físicas que sentimos derivan de un estrés emocional, traumas y de pensamientos negativos que, además de no aportar nada bueno, nos hacen gastar nuestra energía. Existen diferentes terapias dirigidas a relacionar los dolores físicos con algún tipo de dolor emocional, con la finalidad de sanar tanto física como emocionalmente.

Según estas terapias, sentir dolor crónico en el cuello, podría estar indicándonos que tenemos dificultad para ver desde diferentes perspectivas, o quizás una visión rígida y limitada. Incluso se presentan para recordarnos  que no se ha logrado  perdonarse por situaciones del pasado que bloquean la armonía y la paz.

Por ejemplo, el dolor de espalda suele estar relacionado con experiencias dolorosas que no queremos ver, evadiendo el enfrentamiento de los problemas que nos aquejan; o que se tienen demasiadas responsabilidades que no se  saben o no se quieren delegar por diferentes motivos. Si además, se siente dolor de cabeza constantemente, esto podría estar  indicando  que se está reprimiendo pensamientos o sentimientos que no se quiere o no se saben expresar por temor a represalias o a herir a alguien.

Asimismo, debemos partir del hecho de que la higiene mental no es algo que conseguimos solos;  porque la misma parte del logro bienestar psicológico y la calidad de vida, partiendo de la premisa de que somos entre  bio-psico-sociales, por lo que dependemos de dos cosas: lo que elegimos hacer y todo aquello presente en el entorno en el que vivimos  y que nos condiciona de alguna manera.

En resumidas cuentas, la higiene mental consiste en un equilibrio emocional y cognitivo entre nuestras expectativas y lo que nos pasa en el aquí y el ahora. Por consiguiente, es muy aplicable a la hora de hablar de calidad de vida de forma holística.

De allí que, existen algunas claves para lograr la  higiene mental; partiendo de aspectos determinantes como el cuestionamiento de nuestras expectativas propias, sin influencia de factores como la publicidad y comparaciones con otras personas, además de que debemos desprendernos de las cosas imposibles que sólo nos restan energías,

Asimismo, debemos elegir y  cuidar muy bien nuestras relaciones, nutriendo la amistad con aquellas personas que nos aportan elementos positivos a nuestra vida. Por otra parte, debemos priorizar nuestras necesidades básicas, practicar la resiliencia, que es la capacidad de afrontar situaciones de crisis que pueden poner en riesgo nuestra felicidad, como la muerte de un amigo o un despido.

Finalmente es fundamental trazarnos  objetivos concretos, con capacidad de síntesis para evitar la realización de actividades o acciones que sólo nos quitan tiempo y nos aportan estrés, prestando  atención plena durante el proceso de consecución de los objetivos y metas, proveerse períodos de descanso, relajación  y la recreación, para armonizar nuestras vidas y proveernos de salud.

ALFA