Cada 21 de diciembre ocurre un mismo fenómeno astrológico, pero con diversos significados. El científico afirma que la Tierra está en su punto más lejano del astro rey por lo que su denominación, solsticio de invierno anuncia la llegada de una nueva estación climatológica. En lo esotérico, forma parte de una creencia en la que el espíritu de la navidad baja a la tierra para bendecir con abundancia, paz y amor a los hombres y mujeres de buena voluntad.

La historia del Espíritu de la Navidad se remonta a más de 2000 años de antigüedad, con el significado primordial de celebrar el inicio de los días más cálidos para los pueblos nórdicos y celtas. Al encontrarse nuestro planeta en su punto más lejano al Sol, desde ese instante comienza su acercamiento paulatino hasta el solsticio de verano, cuando la Tierra se encuentra en su distancia más corta con relación a nuestra estrella.

A diferencia de lo que se puede creer o pensar sobre la llegada de las bajas temperaturas, estas civilizaciones veían con buenos ojos el fenómeno que ocurría en la madre naturaleza al renovar los árboles y sus hojas. Por lo tanto, se daba paso a cosechas con mayor abundancia.

Adicionalmente, el cambio de estación permitía una variación de las energías hasta el punto de atribuirle a los bosques propiedades mágicas, espirituales y medicinales que serían de mucho provecho durante los meses de cosecha. Su creencia estipulaba que cada estación tiene un árbol del que se beneficiarían, en la época de invierno, los nativos utilizaban el Yule.

Según la estación climática, los pueblos celebraban con la naturaleza cada solsticio y cada equinoccio con el encendido de grandes fogatas junto a sus árboles sagrados para rendir culto a sus Dioses para invocar por nuevos y mejores días. Los rituales dirigidos por los sacerdotes de la naturaleza denominados “Druidas”, invocaban durante el invierno, al Espíritu de la Navidad quién recibía sus peticiones y agradecimientos.

En el año 46 antes de Cristo se estableció la fecha para el solsticio de invierno en el viejo continente según la reforma juliana o calendario juliano. En primera instancia, el 25 de diciembre, día que coincide con el nacimiento del mesías en civilizaciones y religiones como la egipcia y la católica apostólica.

Esta decisión fue propuesta por el Emperador Romano, Julio César, con la finalidad de establecer un calendario más exacto. De esa reforma se creó el año bisiesto cada cuatro años. Luego, el Papa Gregorio XIII instauró el calendario gregoriano con el propósito de ajustar aún más las fechas en que ocurrían los solsticios y equinoccios, y desde entonces el de invierno se celebra cada 21 de diciembre.

El Espíritu de la Navidad como le conocemos en la actualidad no está muy lejos de la realidad. Para las culturas antiguas, el solsticio de invierno tenía un significado de vida, muerte y resurrección, no desde el plano terrenal, sino que era considerado el momento del renacimiento de los dioses solares. Por esta razón, deje atrás el pasado y viva el presente.

ALFA