La influencia de las discusiones frente a los niños es un factor que muchas veces pasa desapercibido para los padres. Valores integrales y una serie de herramientas asertivas quedan de lado cuando las emociones afloran más allá de la razón. El mayor recuerdo que un padre debe tener es que sus acciones son ejemplo único para sus hijos. Un niño es como una esponja, por lo que cada una de sus acciones puede hacer la diferencia en su desarrollo integral.
Desde los 18 meses un niño es capaz de percibir un ambiente de dificultades. Si bien sus expresiones son limitadas, cuando un pequeño de 18 meses llora en medio de una discusión es su manera de detener este encuentro poco apropiado de los padres. A partir de los tres años, el pequeño puede tener regresiones de etapas tempranas, siendo mayor la influencia conforme al crecimiento del pequeño.
Las discrepancias están a la orden del día, pues son las diferencias lo que enriquecen al ser humano, siempre y cuando se tomen a manera reflexiva, y no emocional. que un día los llevaron a unirse. En el caso específico de los padres, estar en desacuerdo puede estar equilibrado conforme al nivel de tranquilidad con el que discuten esas diferencias.
Sea sobre las tareas, el horario de llegada, o la resolución de algún hecho especial, el debate debe darse con la oportunidad de que cada quien exprese su punto de vista, con el respeto que merece. Esto será un mejor ejemplo para sus niños que el discutir con gritos y sin escucharse entre sí.
El psicólogo, Douglas Tynan, asegura que cuando un niño ve a sus padres discutir con gritos, este comportamiento le genera tristeza y preocupación, prolongado mediante períodos de llanto, y repercutiendo incluso en su salud física, al ser causa común de la no conciliación del sueño.
El especialista afirma entonces que “los niños suelen preocuparse cuando ven u oyen discutir a sus padres. Ver a sus padres alterados y fuera de control puede hacer que un niño se sienta desprotegido y asustado. Pueden temer que uno de sus padres se enfade tanto que llegue a perder completamente el control, que se enfade también con ellos o que alguien salga lesionado. La preocupación por las discusiones de los padres puede incluso hacer que a un niño le cueste conciliar el sueño o no quiera ir al colegio.”
Si bien queda claro que no existe familia perfecta, donde las discusiones están prohibidas, además de adecuar unas reglas de discusión, los padres deben comunicarles a los pequeños, según su edad, los motivos que los han llevado a ese debate en particular, así como el hecho de que ellos no han de tomar partido por alguno u otro. Una discusión de padres, es de padres. Los niños deben mantenerse siempre al margen, pues su única función en la familia es crecer integralmente, y no de arbitrar las diferencias de los seres que más quiere.
ALFA