Cuando tenemos un menor en casa, una de las dificultades que se nos puede presentar es el insomnio infantil: cuando los niños no duermen; así, cada día a  una hora determinada, debemos acostumbrarlos a ir a su cama para crearles el hábito de dormir, igualmente tratar de acostarlos bañados, con ropa limpia, cómodos, que no tengan hambre, en un ambiente fresco y apropiado, sin ruidos molestos ni nada que los perturbe por ningún motivo; una vez realizada y aprendida esta rutina, no hay motivos para que no duerma en los primeros minutos después de acostarlos.}

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Al ir creciendo y ampliando su vocabulario, se va dificultando y alejando el momento del descanso, ellos comienzan a dictarle a sus padres sin que ellos lo perciban, las nuevas reglas, para aceptar lo que antes era normal, así manifiestan que tienen miedo, sed, deseos de ir nuevamente al baño, quieren que les canten, lean un cuento, entre muchas excusas, complacerlos en una o más demandas, no es garantía de que retomen sus hábitos o que solucionen el problema nocturno.

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Otro motivo para alterar el horario aprendido es en vacaciones o cuando se han visto involucrados en algún tipo de enfermedad que hizo que uno o ambos padres durmiera con ellos, o lo trasladaran a su cama, que fueran consentidos permitiéndole comer helados en la noche o donas o en fin, cualquier tipo de conducta no usual y permisiva alterando la costumbre que había sido practicada con éxito; retomar la rutina perdida se logra con mucha dificultad y a fuerza de constancia y tesón por parte de los mayores, haciéndoles notar que los amamos igual, pero que el momento de crisis pasó y hay que volver a la normalidad.

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De igual manera para rescatar estos hábitos, se debe crear otra vez un ritual alrededor de la acción de acostarse; esta rutina debe ser un momento atrayente que se distribuya entre padres e hijos y tomar entre 5 a 10 minutos, consistirá en un intercambio de información con respecto al grado de comprensión del niño, realizada en un lugar diferente a donde duerme el niño, como cantar, contar una pequeña historia real, o bien programar una actividad para el día siguiente, debe recordarle el tiempo que le queda despierto, luego lo acostará en su cama y se despedirá de él mientras esté despierto.

Si ha puesto en práctica estas recomendaciones y el insomnio persiste, su pediatra debe considerar posibilidades distintas, tales como alergias, dolor de oído, cólicos, reflujo, dolor de cabeza, fiebre por alguna infección, o intempestivamente, un mal mayor del que no se tenga conocimiento y que sólo un profesional de la medicina puede oportunamente identificarlo; de esta manera y esperando que sólo sea una pérdida de costumbre, con alegría retomará los hábitos perdidos y la tranquilidad regresará al hogar más rápidamente de lo que usted puede imaginarse, recuperando así todo el núcleo familiar la paz que se merecen al dormir.

ALFA