La Edad Media representa una etapa de la historia que dejó muchísimos avances y cambios para los seres humanos en diversas áreas, que marcó pautas de comportamiento y determinó la adopción de normas, teorías y leyes en el mundo de las ciencias y las artes. Llena de personajes famosos, unos maquiavélicos, otros de una gran valía para la humanidad, la Edad Media también tuvo lugar para las joyas como símbolos de poder, de conquista de países e imperios.

En esta etapa una gran protagonista fue Roma, donde prevalecieron procedimientos y técnicas en el mundo de la joyería, que se siguieron practicando aún después de su caída. Es así como, las tribus bárbaras provenientes del este de Europa, y que conocían muy bien la forma de manejar los metales, procedieron después de la conquista a combinar la tradición bizantina del alveolado con las tradiciones romanas más emblemáticas, como la filigrana en oro y la fíbula, dando paso a creativas variaciones utilizadas durante siglos.

Ese dominio de los metales por parte de los conquistadores de Roma, hizo que los artesanos y/o orfebres usaran el oro y la plata para elaborar sus creaciones. De esta manera, aprovecharon de manera efectiva el oro provenía mayormente de acuñaciones de monedas bizantinas y árabes, que se convirtieron en el elemento principal en la confección de joyas.

Por lo tanto, gran parte del oro usado en la joyería medieval tardía provenía del reciclaje de monedas antiguas, joyas, u otros objetos de oro, lográndose acumular la reserva de oro de toda Europa, mayormente en la corte de los emperadores bizantinos; por lo que circulaba poco oro en el mundo occidental.

Sin embargo, existía otra manera para proveerse del oro necesario para la creación de las deseadas joyas, y recurrían la explotación de las minas de Nigeria y la Costa de Oro. En cuanto a la plata, ésta procedía de la minas de Melle en Francia, y las minas de Cerdeña en Italia, así como de otros lugares de Alemania, Sajonia y Praga.

La joyería adquirió de esta manera una importancia significativa, iniciándose el tallado de las piedras preciosas a finales del siglo XVI para incorporarlas a los diseños en oro y plata, evidenciándose un gran auge de este sector con la conquista de América por parte de España, de donde llevaban los metales nobles que nutrieron la gran empresa de la joyería de lujo.

En este orden de ideas, el oro y la plata eran acompañados generalmente por piedras preciosas como los zafiros y rubíes procedentes de Oriente, esmeraldas traídas de Egipto, turquesas de Persia y el Tibet y amatistas de Rusia y Alemania, cristales de roca de Alemania, Suiza y Francia, así como ópalos y granates originarios de Europa Oriental.

Otra de las piedras preciosas muy utilizadas era el ámbar, que provenía de la resina fosilizada de los pinos, y que abundaban en las costas del mar Báltico y en la región de Königsberg, en Prusia oriental. Asimismo, se utilizaba en la joyería el práctico azabache, el cual se formaba gracias a los restos fosilizados de los árboles, y se encontraban a menudo cerca de los depósitos de carbón de Whitby, en Inglaterra y España.

Por otra parte, las famosas perlas se extraían de moluscos de agua dulce existentes en los ríos de Escocia; que los orfebres engarzaban en metales o las cosían en la vestimenta, mientras el coral se extraía del mediterráneo, generalmente en la costa del norte de África.

Cabe destacar que, en los siglos que duró la Edad Media Europea, las joyas fueron de uso exclusivo de los miembros de las familias reales, nobles, ricos comerciantes, religiosos, considerándose a cada prenda creada por los orfebres un privilegio de la aristocracia, que mandaba a elaborar sus piezas preferidas de manera exclusiva.

Esta importancia de las joyas de la Edad Media, iba más allá de su valor material o decorativo, sino que se utilizaban para transmitir significados y connotaciones de orden social, religioso y hasta político, constituyendo por ende una parte fundamental del lenguaje de signos medievales. Por este motivo, el uso de una joya por parte de estos personajes representaba su jerarquía, poder y autoridad, atribuyéndosele además el poder de curar enfermedades y/o de realizar hechizos, así como símbolo de amor cortesano que eran obsequiados al ser amado en eventos especiales.

En este sentido, las piedras preciosas representaban suntuosos regalos de boda, ceremonias religiosas u otras ocasiones, que posteriormente el usuario podía utilizar para mandar a hacer una joya en particular, otorgándoles un gran valor e importancia, por lo que tanto las piedras, cuentas y otros objetos rotos eran reciclados para obtener alguna otra joya, o para tenerlos como reserva debido a su gran valor, aumentando cada vez más la costumbre de mantener una reserva de piedras preciosas, sobre todo en el caso de los orfebres quienes frecuentemente las montaban en anillos o las fijaban en cera para preservarlas, aunque también se conservaban sueltas y envueltas en una bolsa de tela.

En cuanto a las personas que elaboraban las joyas debe destacarse el hecho de que en esta etapa de la historia, las joyas no eran hechas por artesanos sino por orfebres especializados que diseñaban y creaban una gran variedad de objetos, tales como cruces, candelabros, sepulcros, cálices, patenas, relicarios, platos, cubiertas de libros, báculos, utensilios de lujo, monedas, sellos, entre otros.

Estos orfebres creaban las joyas combinando el oro y la plata con piedras preciosas que decoraban frecuentemente con antiguos camafeos, que eran figuras talladas en relieve en las piedras duras, eliminando la zona circundante a la figura para que la misma sobresaliera y lograr que se observara la imagen deseada, además utilizaban los llamados intaglios, que también se lograba con un tallado que producía un relieve hundido o negativo.

Los antiguos camafeos e intaglios se hicieron muy populares, por lo que comenzaron a ser imitados, llegando al punto en que hasta los cortes de las gemas se desarrollaron en gran medida imitando los modelos clásicos. Pero, mientras en la Edad Media de la Europea Occidental sólo se conocían imitaciones de baja calidad de estos antiguos camafeos, en el Bizancio estas técnicas y procedimientos fueron perfeccionados eficazmente al punto de que sus piedras talladas eran importadas a Occidente, perdurando como una tradición durante toda la Edad Media.

Este proceso creativo en el mundo de la joyería, hizo que aumentara el comercio de larga distancia, a través del cual no sólo se obtenía oro, plata y piedras preciosas, sino que se vendían las joyas en otros lugares, creciendo el uso de broches, collares, brazaletes, pendientes, anillos, entre otras joyas.

Cabe destacar que los broches circulares fueron una de las joyas más comunes en el siglo XI, mientras que los anillos y los colgantes esmaltados con motivos religiosos, donde prevalecía el crucifijo, representaron piezas típicas de la joyería medieval. Además, durante los siglos XIV y XV los collares y los colgantes pegados a la vestimenta se convirtieron en parte importante del atuendo de reyes y nobles de la época.

Es así como la joyería fue desarrollándose de tal manera, que aumentó la creatividad y diversidad en los diseños de los orfebres que vieron en la devoción religiosa un elemento para incorporar los rosarios con cuentas de oro, azabache, ámbar, marfil, coral o nácar. Cabe visto señalar que el oro era la base principal de estas piezas que se destinaban a las clases más poderosas y ricas, mientras que la plata se utilizaba como sustituta del oro en diseños mucho más sencillos, adecuados para las clases más bajas.

Por otra parte, se utilizó mucho el esmalte en las joyas creadas en esta etapa, siendo una de las famosas la llamada “Joya Cisne de Dunstable”, que se trataba de un colgante de oro cubierto completamente por un esmalte opaco blanco, elaborado en Londres alrededor del año 1400, cuya función se desconoce y que se encuentra actualmente en el Museo Británico de Londres.

Posteriormente, el esmalte se fue reemplazando por diamantes, adornos de botones de oro, plata o perlas en hebillas incrustadas de pedrerías de grandes dimensiones y/o anillos de tamaños considerables que usaban indistintamente tanto hombres como mujeres, quienes le daban un sitial de honor dentro de sus joyas y llevaban a todas partes, especialmente a eventos sociales de importancia.

Toda esa serie de cambios en la joyería le fue otorgando un estatus significativo a las joyas en las altas clases sociales, y representaban un sueño para los ciudadanos comunes, quienes no podían adquirirlas debido a que mayoría de los materiales eran costosos y aumentaba enormemente el valor de las joyas, sin embargo, esta situación fue cambiando a través del tiempo, dependiendo de la disponibilidad del material, de la demanda del mercado, y del desenvolvimiento general de la moda.

En este contexto, la piedra preciosa más costosa y apreciada hasta finales del siglo XIII fue el zafiro, pero dio paso posteriormente al rubí, y en la Edad Media Tardía esta tendencia cambió para convertir al diamante en la piedra más costosa y deseada, caso contrario de las perlas que circulaban en enorme cantidad y eran generalmente vendidas por peso, haciéndose más asequibles para una mayor cantidad de personas.

Esto hizo que creciera el mercado de perlas, siendo el más grande de Europa el de Venecia, que a su vez era un importante centro de falsificación en el siglo XIII, destacándose en imitaciones de camafeos de vidrio al estilo bizantino, por lo que muchos compradores del siglo XIV tenían que estar pendientes de las frecuentes imitaciones que disminuían su valor.

Hoy día estas costumbres de falsificar e imitar prendas está latente en nuestro mundo moderno, y las joyas siguen siendo un símbolo de poder y jerarquía, que son usadas en su forma original por las altas clases sociales, debido a su alto costo, quedando las imitaciones o diseños menos costosos para las clases menos privilegiadas, que en su mayoría desean lucir alguna joya que les otorgue cierto prestigio y buena apariencia.

ALFA