Muchas personas han sentido alguna vez nerviosismo, estrés y/o inquietud en determinadas situaciones, como por ejemplo cuando presentamos un examen importante en la universidad, nos enfrentamos a una operación médica, esperamos con urgencia un préstamo bancario, durante el nacimiento de un hijo, entre muchísimas otras circunstancias, pero la tan conocida y discutida ansiedad se convierte en un sistema de alerta del organismo ante este tipo de eventos que amenazan de una u otra forma nuestra vida, donde el ganar o el perder forma parte del riesgo, vinculándose por ende a la ansiedad con la percepción de amenaza y la disposición de respuestas para contrarrestarla.

Entonces, cuando aparecen amenazas en nuestro entorno, creen ustedes que ¿debe aparecer la ansiedad para alertarnos? ¿Se hace necesaria la ansiedad para usted amiga(o) lector?. Muchos de ustedes estarán pensando por supuesto que no, no debemos sentir ansiedad, hay que controlarse, entre otras afirmaciones y/o planteamientos, y no dejan de tener razón, pero, la ansiedad se hace negativa cuando sobrepasa los límites.

La siguiente explicación puede proveerles respuestas a sus interrogantes. De acuerdo a explicaciones científicas, la naturaleza de las amenazas o adversidades es importante para que aparezca la ansiedad como sistema de defensa del organismo, y será útil para enfrentar o atacar el posible peligro o problema; huir del mismo, evitar las situaciones adversas, activar actitudes sumisas o pasivas ante conductas agresivas del entorno, buscar apoyo, elementos de seguridad y protección; dotarnos de las herramientas o conocimientos que faciliten el logro de los objetivos.

Pero cuando el nivel de la ansiedad es muy elevado, la misma puede convertirse en un enemigo muy peligroso, y lejos de ayudarnos a enfrentar los problemas de manera positiva, nos sumerge en un mar de confusión, descontrol, incertidumbre y caos que podría traer serios problemas a la salud mental y física de cualquier persona.

En este contexto, se hace necesario que comprendamos que la ansiedad lleva consigo tres tipos de aspectos o componentes. Primeramente, se encuentra el aspecto cognitivo, que se manifiesta por la existencia de anticipaciones amenazantes, pensamientos negativos automáticos, evaluaciones del riesgo, exageración de situaciones, imágenes importunas, entre otros.

Seguidamente nos encontramos con los aspectos fisiológicos, que están presentes a través de la activación de diversos centros nerviosos, específicamente del sistema nervioso autónomo, que trae consigo cambios vasculares, respiratorios, entre otros.

Finalmente, se encuentran los componentes motores y de conducta, que se manifiestan como inhibiciones o sobre-activación motora del organismo, en reacciones de parálisis del cuerpo por ejemplo, o movimientos continuos del mismo, así como también comportamientos defensivos de sumisión o por el contrario de agresividad, en un proceso de búsqueda de seguridad ante las circunstancias adversas o situaciones de incertidumbre.

Ahora bien, estos componentes o aspectos pueden activarse con cierta independencia, provocando un nivel de ansiedad con la intervención de estímulos externos o derivados de situaciones en el entorno del individuo, como también estímulos internos de éste, como por ejemplo, percepciones, sensaciones y/o pensamientos que evocan imágenes, recuerdos y/o estados emocionales diversos, cuyo control dependerá exclusivamente de las características de la persona, sus actitudes y capacidad de auto-control.

Así que cuando oigan hablar de la ansiedad, o piensen en ella, no deduzcan automáticamente que la persona referida está afectada negativamente, ya que existe la tendencia a afirmar por ejemplo que “sufre de ansiedad”, “la ansiedad la está matando”, entre otras expresiones; y por ende se generaliza esta situación ante la presencia de la misma. Piensen primero, en que la ansiedad se trata de un sistema de alerta, de un mecanismo que facilita nuestra relación con el entorno, para preservar los intereses del individuo y de la especie.

Además, muchos de nuestros éxitos, logros y situaciones satisfactorias, se deben en parte a la ansiedad dosificada que nos ha permitido lograr resultados positivos ante determinados eventos, evitando personas, actividades o lugares peligrosos, procurando no llegar tarde al trabajo, asumiendo actitudes adecuadas ante los conflictos, concentrándonos y preparándonos para asumir un reto, presentar un examen, asumir la mejor actitud en una entrevista de trabajo, buscando apoyo para resolver un problema, minimizando los obstáculos, etcétera.

Es así como, la tan citada ansiedad es necesaria para exigirnos más, capacitarnos, crecer personal, profesional y socialmente, debido a que nos alerta ante situaciones para que posteriormente nos desempeñemos eficientemente en función de las exigencias y oportunidades que el entorno nos provee, además de nuestras propias posibilidades e intereses, haciéndose conveniente poseer un cierto estado de alerta, que generen una activación psicológica y fisiológica mínimas que produzcan resultados satisfactorios, porque de lo contrario actuaríamos con lentitud, desconcentrados, desatentos, ante situaciones que requieren de una alta capacidad de anticipación y respuesta.

Por lo tanto, cuando la ansiedad mantiene niveles adecuados no se hacen presentes manifestaciones sintomatológicas en niveles altos, tales como: cambios psicológicos y fisiológicos exagerados, generando respuestas sensoriales que involucra a algunos receptores como los del dolor, la presión y la temperatura.

Debe mencionarse que muchos investigadores han estudiado la relación entre el nivel de activación psicológica y fisiológica del organismo, a través del cual se hace presente la ansiedad, y la capacidad de individuo para enfrentarla y desenvolverse efectivamente en el entorno.

De acuerdo a estas investigaciones, se ha determinado que el mejor rendimiento se consigue con niveles medios de activación de la ansiedad, debido a que cuando la misma sobrepasa determinados límites, se convierte en un riesgo latente para la salud del individuo, impidiendo el estado de bienestar, afectando negativamente el desenvolvimiento familiar, social, laboral, y/o intelectual, llegando a extremos en que se limita la libertad de movimientos y opciones personales.

Es allí cuando se pasa de un simple problema nervioso a un estado de alteración preocupante que incide sobre la salud mental y física del individuo, haciéndose presentes dos parámetros: el sufrimiento y la incapacitación que añade limitaciones importantes para las personas que la padece, llegando al extremo en algunos casos de aislarla de su habitual entorno social.

De acuerdo con estos planteamientos, la ansiedad en ese punto se convierte en trastornos donde intervienen factores pre-disposicionales, activadores y de mantenimiento. Primeramente, los factores pre-disposicionales son aquellas variables biológicas y constitucionales, hereditarias o no, que aumentan la probabilidad de que un individuo padezca de alteraciones de los niveles de ansiedad al enfrentar situaciones determinadas, que podrían ser normales para otra persona, y su vez dependen de la personalidad del individuo, de su historia de vida, la cual se encuentra condicionada por los factores biológicos y el aprendizaje que hayan adquirido.

En este sentido, dichos factores no representan a la ansiedad ni condenan al individuo necesariamente a padecerla, sino que son indicadores de niveles de vulnerabilidad que determinan que tan sensible es una persona ante la presencia de la ansiedad, y que tan capaz sea de afrontarla, existiendo personas en estado de pre-alerta ante situaciones externas e internas, así como estados de prefiguración de probables respuestas defensivas.

Posteriormente, esos niveles de predisposición dan paso a los factores activadores representados por eventos, situaciones o circunstancias que activan el sistema de alerta, así como la capacidad de responder ante los mismos.

De esta manera, se pueden presentar dos tipos de problemas que activan la ansiedad. El primer tipo tiene que ver con la obstaculización o entorpecimiento de planes, deseos o necesidades, que se encuentran desarrollándose y que se desea culminar, como por ejemplo, la aprobación de un examen, la superación de una entrevista de trabajo, el otorgamiento de un permiso, entre otros. El segundo tipo de problemas, guarda relación con la posible problematización de los objetivos y logros que ya se han alcanzado, y que forman parte de las condiciones, estilo de vida y estatus.

El tercer grupo de factores son los de mantenimiento, que se presentan cuando los problemas que la ansiedad genera no se resuelven satisfactoriamente, pudiéndose decir que ésta ha llegado a límites de trastorno con probabilidades de incrementarse. De esta manera, cuando la ansiedad aparece en presencia de factores predisposicionales, y posteriormente es acentuada por los factores activadores, puede llegar a ser excesiva y sostenida en el tiempo y propiciar la aparición de problemas de salud, que a su vez la pueden incrementar.

ALFA