La carne magra: La carne de algunos animales  (como el pollo, el pavo o el conejo) es magra casi en su totalidad, mientras que otras como la del cordero, el cerdo o el vacuno dependerá del tipo de corte. Se les llama ‘carnes blancas’ porque poseen un contenido inferior en hierro que las carnes rojas. De ahí que tengan un color pálido.

Su principal característica es su bajo contenido en grasas, mucho menor que en la carne roja, embutidos y quesos. 100 gramos tiene de 10 gramos de grasa; 4 gramos de grasa saturada y 90 mg de colesterol. En las aves, el colesterol se concentra en la piel y en las vísceras. Por eso, en caso de colesterol alto, obesidad o diabetes, se recomienda retirar estas partes más grasas.

Como el resto tipo de carnes, las magras son ricas en proteínas de alto valor biológico. Contienen aminoácidos esenciales y se asimilan mejor que las de origen vegetal. Se calcula que unos 100 gramos de pechuga de pollo contiene 18% o más gramos de proteína.

De acuerdo con los últimos estudios, consumir mucha carne roja de forma habitual puede conllevar a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, además podría estar relacionada con ciertos tipos de cáncer.

De esta manera, la OMS recomienda reducir el consumo de carnes rojas y procesadas y aumentar la ingesta de legumbres, pescado, huevos y carnes magras, en su lugar.

Beneficios de la carne magra

El hecho de que la carne magra tenga más cantidad de proteínas y menos de grasa es lo que explica que se incluya en cualquier plan de una alimentación equilibrada. Entre los beneficios más notorios están:

  • Reducción de enfermedades cardiovasculares. Esto es así por su baja cantidad en grasas saturadas y alto contenido en grasas poliinsaturadas.
  • Mejora del funcionamiento del sistema nervioso. Gracias a su contenido en vitamina B12 (un micronutriente responsable de la formación de las células sanguíneas), ayuda al buen funcionamiento del sistema nervioso.
  • Fortalece el sistema inmunitario. Su contenido en zinc es necesario para el buen funcionamiento de nuestras defensas.
  • Propiedades antioxidantes. La presencia de selenio ayuda a prevenir el estrés oxidativo, responsable del envejecimiento y de la aparición de algunas enfermedades.

Recetas

Pollo con mostaza

Ingredientes

  • 12 jamoncitos o muslos de pollo (3 por persona)
  • 2 dientes de ajo
  • 2 cucharadas soperas de mostaza antigua
  • 4 cucharadas soperas de miel
  • 1 manojo de perejil
  • Zumo de 1 limón grande
  • 150 ml. brandy o coñac
  • Sal y pimienta negra recién molida (al gusto)

Pasos

Limpiamos los jamoncitos de pollo retirándoles la piel. Para aquellos apasionados de la piel del pollo.

También retiramos los restos de grasa. Colocamos el pollo en una fuente apta para horno, vertemos el brandy salamos ligeramente y reservamos

En un bol mezclamos los dientes de ajo picaditos, la mostaza, la miel, el perejil fresco troceado y el zumo de limón. Removemos bien. Con un pincel de cocina untamos ¾ partes de la salsa sobre el pollo reservando el resto. Salpimentamos.

Con el horno previamente caliente horneamos a 180º C durante 25 minutos. Pasado este tiempo giramos cada uno de los jamoncitos y los volvemos a untar con el resto de la salsa. Volvemos a hornear 25 minutos más. Servimos el pollo asado con miel y mostaza bien caliente.

Recomiendo acompañarlo con una guarnición de arroz blanco, papas asadas, cocidas, fritas o bien con una ensalada.

Conejo guisado al ajillo

Ingredientes

  • 1 conejo de 1,5 Kg ya troceado
  • 1 cabeza de ajo (8-10 dientes de ajo)
  • 200 ml. de vino blanco
  • 150 ml de aceite de oliva virgen extra
  • Un ramillete de tomillo fresco (opcional)
  • Sal y pimienta negra recién molida (al gusto de cada casa)
  • Conejo para la guarnición: 4 patatas medianas

Pasos

Comenzamos por aderezar el conejo con sal y pimienta, y lo dejamos reposando hasta que lo cocinemos. Pelamos los dientes de ajo, unos 8-10 suelen traer las cabezas. Para que suelten más sabor vamos a estallarlos ligeramente. Bastará con presionar sobre el diente de ajo con el cuchillo, hasta que oímos que se rompe. Reservamos.

En una cazuela ancha y plana, vertemos una lámina de  aceite de oliva virgen extra y calentamos a fuego medio. En cuanto coja temperatura, añadimos los ajos y bajamos a fuego bajo (nivel 4 de 10). Queremos que los ajos se vayan tostando poco a poco, soltando todo su sabor al aceite pero sin que se arrebaten o pasen de punto.

Tenemos que controlarlos y que en ningún momento lleguen a quemarse. Tras 5-6 minutos podemos retirar los dientes de ajo, que reservamos para más adelante.

Cocción del conejo y presentación final

Subimos ahora el fuego y en cuanto el aceite esté caliente comenzamos a freír el conejo vuelta y vuelta. Cocinamos hasta que vemos que están bien doraditos los trozos de carne. Vertemos ahora el vino y dejamos que cueza para que se vaya evaporando el alcohol. Pasados 5 minutos se habrá formado una salsa entre el aceite, el vino y los jugos que fue soltando el conejo.

Incorporamos de nuevo los dientes de ajo que teníamos reservamos y opcionalmente podemos añadir alguna hierba fresca aromática. Yo le he añadido un pequeño ramillete de tomillo fresco, que le queda perfecto a los guisos de conejo.

Tapamos y cocinamos a fuego medio durante 20 minutos. En ese tiempo la salsa se irá espesando y adquiriendo una textura ligeramente cremosa. A mitad de cocción podemos darle la vuelta a alguna pieza de carne que sobresalga de la salsa. Servimos calentito en la mesa y a disfrutar de este auténtico.

ALFA