La crisoprasa es una gema calcedonia, con pequeñas cantidades de níquel y de un peculiar color verde claro que le hace ser de gran hermosura a la vista. Variando entre gamas claras y oscuras, la crisoprasa es tan fibrosa como el cuarzo, pero con una dureza que la ha hecho materia prima para la elaboración de joyas y demás complementos ornamentales.

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La crisoprasa es considerada una piedra criptocristalina. Esto la define como una gema compuesta por cristales tan finos que no es posible diferenciarlos entre sí, ni siquiera usando ampliaciones de visión. Tal característica le tiene diferenciado otras piedras preciosas como la amatista, el citrino, y demás variedades de cuarzo cristalino.

Si bien el crisoprasa no es transparente, sus tonalidades verdosas y trazas marcadas en forma de filigrana son los agentes que dirigen su popular admiración. De hecho, la palabra crisoprasa surge de la unión de los vocablos ‘chrysos’ que quiere decir ‘oro’ y ‘prason’ que quiere decir ‘puerro’.

La crisoprasa es una gema limitada en concentración, lo que le hace superior en valor a diferencia de otras piedras cristalizadas. De hecho, el color verde más agradable tiene mayor consideración en importancia que el cuarzo, y en las variedades de más alta calidad, tienden a ser rivales del jade fino y de la más delicada muestra de amatista.

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Con una dureza establecida entre 6 y 7, según la escala de Mohs, el corte de la crisoprasa suele ser en forma de cabuchones, dándole con el pulido final una forma abovedada lisa, teniendo una espalda plana, a fin de poder adecuarle a las prendas más elegantes.

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Los yacimientos de crisoprasa, hasta ahora hallados, se encuentran en la región de Queensland, en Australia; así como en zonas limitadas de Alemania, Polonia y Rusia. En el continente americano, solo es posible encontrar la actividad exploratoria de crisoprasa en Brasil y en Estados Unidos, específicamente, en los estados de Arizona y California.

El uso cultural y simbólico de esta gema se remonta a ser una de las doce piedras preciosas que fueron base para las murallas de la Nueva Jerusalén, urbe descrita en el libro de Apocalipsis. Las doce gemas bíblicas tienen conexión respectiva con los doce apóstoles de Jesucristo, siendo la crisoprasa atribuida al apóstol, Judas Tadeo.

Para la gemoterapia, el consultor, Tito Macia, asegura que “la crisoprasa se muestra eficaz para mejorar las acciones de índole romántico, refuerza la capacidad de seducción y aumenta el encanto personal. En lo social, influye pacificando y armonizando las relaciones con los demás permitiendo llegar a acuerdos, también tiene como resultado que incrementa los beneficios económicos; utilizando esta gema no suele faltar el dinero de bolsillo.”

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Reconocida como la gema de la voluntad, y el valor. Se señala que la crisoprasa puede llevar al organismo a un estado de relajación pleno, eliminando el pesimismo, reforzando la seguridad y la autoestima de la persona, por lo que llevarla colgada del cuello, será la llave para abrir muchas puertas que su propio temor tiene trabadas.

ALFA