El licor y el amor se dan la mano y desde tiempos remotos, pues siempre se ha usado el alcohol como una herramienta para vencer la timidez al momento de compartir con el sexo opuesto. Y es que el alcohol nos permite calmar los nervios que pudieran existir respecto al sexo o a las relaciones sentimentales.

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Se ha demostrado científicamente que el consumo moderado de alcohol y la oxitocina (hormona del amor) producen efectos similares en el cerebro: confianza, desinhibición, relajamiento del lenguaje verbal y corporal. Pero también disminuyen el miedo y la ansiedad, lo que conlleva a tomar decisiones arriesgadas e irresponsables bajo su influencia.

Las bebidas alcohólicas han acompañado al hombre a lo largo de la historia y sus efectos, cuando el consumo es comedido, se pasean entre relajación, alegría, euforia y envalentonamiento. Pero cuando se excede su ingesta los resultados pueden llevar a una persona a sentirse capaz de hacer cualquier cosa desde ser violentos hasta sumirse en relaciones riesgosas.

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Luego de algunos tragos, tanto hombres como mujeres tienen la sensación de estar excitados, pero durante el acto sexual se les entorpece alcanzar el orgasmo. Según la sexóloga puertorriqueña Alessandra Rampolla (2010) “el alcohol nos desinhibe, y aunque es cierto que sí logra apaciguar los nervios y la ansiedad que pudiera existir respecto al sexo, lo que NO hace es mejorar la respuesta sexual humana. Al contrario, la dificulta”. Esta dificultad puede ser más o menos grave según el nivel y la frecuencia de consumo de bebidas alcohólicas de las personas involucradas.

Tras el consumo excesivo de licor, el rendimiento sexual masculino disminuye considerablemente debido a la inhibición que provoca el alcohol sobre el sistema nervioso autónomo, el cual es el responsable de producir la erección, perjudicando la penetración y el coito. La frustración producto de esta situación afecta al individuo psicológica y emocionalmente, y si se hace frecuente puede desencadenar disfunción eréctil.

Por la disminución sensorial se puede presentar retardo en la eyaculación, que si bien es aprovechado por la mayoría de los hombres porque prolonga el acto sexual, en cierta forma favorece a quienes sufren de eyaculación precoz. Sin embargo, si se abusa de esta condición se corre el riesgo de sufrir problemas de erección.

En cuanto a la mujer, la presencia de alcohol las hace sentir que su libido aumenta pero también les hace perder la sensibilidad en todo el cuerpo, especialmente en los genitales, viéndose afectada la posibilidad de alcanzar un orgasmo. Esto trae serias consecuencias psicológicas, pues ocasiona pérdida de autoestima y desapego, exponiéndola a situaciones de abuso físico, sexual o emocional.

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Si bien es cierto que todo en exceso es dañino, el alcohol no es la excepción y la idea de mezclar unos tragos con el amor es pasar un rato agradable y no convertirlo en una situación penosa. Por eso, la recomendación es tomar con medida y disfrutar al máximo la compañía y el momento.

ALFA