La tendencia en muchos padres es creer que los niños en edad escolar no pueden sufrir de estrés, puesto que a esa edad tienen todas sus necesidades cubiertas, disfrutan de infinidades de juguetes, amigos con quien disfrutarlos, mucho tiempo libre y de juego, en fin, deberían ser inmunes. Deténgase un poco en este artículo y podrá ver todo lo que rodea a un niño y emocionalmente afectarlo.

Los niños muy al contrario de lo que puedan demostrar, son muy sensibles a los cambios, especialmente en lo que respecta a sentimientos y reacciones de los seres más cercanos, por ejemplo los cambios en los estados emocionales de los padres, algún compañero abusador, la reacción que provoca una mala participación deportiva o académica, la aceptación de la ropa que usa, son unas entre las tantas cosas que se pueden mencionar que podrían causar estrés en ellos provocando falta de sueño o apetito, irritabilidad, afección en sus calificaciones y desanimo.

Una reciente encuesta de KidsHealth® demostró “que  los niños(as) con estrés -tanto saludable como no saludable-, a pesar de que ellos no inician una conversación sobre lo que les preocupa, desean que sus padres se acerquen a ellos y les ayuden a hacer frente a sus sentimientos”.

Ponga atención; el estrés por sí solo no es dañino, en muchas situaciones es el aderezo ideal para realizar con emoción algunas actividades, la naturaleza de muchos atesora el llamado trabajo bajo presión, lo peligroso en sí es acumular tensiones sin buscar o conseguir una salida y es allí cuando el padre representa un papel crucial para ayudarle a conseguirla.

Consejos útiles que aplicados con amor, paciencia y madurez pueden ser aprovechados para el manejo del estrés en su hijo:

Haga evidente su interés: si observa algún estado de preocupación en el niño, sutilmente exprésele que siente que algo le preocupa y si querría conversar usted estaría dispuesto a escuchar.

Escúchele: sin importar que se le acelere el corazón y quiera interrumpir para dar su opinión, solo escuche, ya llegará el momento de opinar. Evite sermones, sanciones, críticas acusadoras.

Comuníquele sus pensamientos acerca de lo que él está viviendo: al expresar su opinión, sea prudente y no acusador, que el niño sienta que usted se coloca en su lugar “me imagino lo que estas sintiendo hijo”, “Creo que si yo estuviese en tu lugar…”, “no me extraña que te sientas así” serían frases ideales.

Identifique la situación: es recomendable que el niño pueda llamar por su nombre a las distintas emociones que experimenta (frustrado, enojado, asustado, agobiado…) saber expresar las emociones pueden evitarle hacer berrinches por no saber explicarse.

Ayúdelo a escoger cosas para realizar: oriéntele según las destrezas que usted realmente observe en él, deporte, pintura, canto…

Esté presente: aun cuando el niño no tenga ganas de hablar déjele  bien entendido que usted estará allí para cuando quiera hacerlo.

“Si usted tiene hijos recuerde que generalmente los niños que mejor manejan el estrés, son los que se sienten amados y apoyados”.

ALFA