Conocida como una civilización muy avanzada a su tiempo, además de su gran legado, los mayas también nos dejaron muchos misterios y uno de ellos es el azul maya. Este pigmento usado en ceremonias rituales de sacrificio humano, piezas de cerámicas, códices, esculturas y murales, no solo es digno de estudio por la cantidad de usos y el significado que tenía para ellos, sino también por los elementos usados en su preparación y el método que habrían llevado a cabo para obtenerlo.

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Estas características le concedieron a la mezcla un color intenso y propiedades tan particulares, por las cuales logró resistir no solo el paso del tiempo, bajo condiciones climáticas muy severas, sino también la biodegradación e inclusive los disolventes químicos más modernos; causando desde hace mucho tiempo, desconcierto entre científicos y arqueólogos, quienes lo catalogan como uno de los logros más grandes del arte y la tecnología en Mesoamérica, ya que no existe ningún pigmento elaborado por otros pueblos que posea estas propiedades.

Encontrado por primera vez en 1931, por H. E. Merwin, mientras se encontraba realizando una exploración, al templo de los guerreros ubicado en Chichén Itzá península de Yucatán. Sería bautizado en 1942, como azul maya por Rutherford Gettens y George Stout, porque hasta ese momento se suponía que solo podría encontrase en Yucatán; aunque posteriormente se hallarían muestras de esta sustancia en diversas zonas de Centroamérica, entre ellas el Tajin, Cacaxtla, Tenochtitlán y Tula.

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Sin embargo, harían falta varios estudios, más de 60 años después de su descubrimiento y la utilización de varios métodos de análisis, como la difracción de rayos «X» y la espectroscopia infrarroja, para desvelar uno de los misterios detrás del azul maya, su composición. Lográndose identificar un tipo de arcilla conocida como paligorskita y un colorante vegetal, el índigo, como los responsables de dar vida a este pigmento.

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Aunque la hipótesis más reciente, formulada por un equipo de químicos de la Universidad de Valencia y la Universidad Politécnica de Valencia, sugiere que el colorante exacto para aportar el tono turquesa o azul verdoso característico, sería el resultado de una mezcla entre el índigo y dehidroíndigo (tinte que se forma a partir de la oxidación del índigo), lo que se justificaría con la combinación de sus colores azul y amarillo respectivamente. En una interacción que posiblemente lograron los mayas, provocando variaciones de temperatura durante la preparación.

A pesar de ello, conocer los ingredientes solo representa una parte del misterio detrás del azul maya, pero marca un punto de partida para resolverlo definitivamente, pues aun cuando varios arqueólogos, historiadores y químicos lo han intentado, todavía no ha sido posible identificar el método por el cual deben combinarse, para obtener exactamente este color y las características propias, convirtiéndose así en uno de los más grandes retos de la química moderna.

Si bien la fórmula del azul maya se perdió luego del abandono de sus ciudades, así como este misterio, las ruinas de las antiguas ciudades mayas aun esconden grandes secretos, que seguramente irán aumentando su legado y fascinando al mundo por su grandeza.

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ALFA