Desde que el hombre tuvo acceso a la información se han creado una serie de mitos o leyendas por mucho tiempo ocultas en la historia de la humanidad, por lo que debemos partir de la premisa de que el mismo vocablo “mito” significa misterio; y ambas palabras vienen del término “mehuín” que significa callarse, esa acción que se refiere al silencio interior con que se recibía la iniciación en el mundo sobrenatural a los códigos sagrados de la existencia.

Por otra parte, la palabra mito  proviene también del griego mythos, que significa palabra o historia, por lo que uniendo ambos significados, el mito representa todo aquello que evoca al silencio interior del ser humano que a través del tiempo ha logrado permanecer para explicar desde la perspectiva de lo considerado sagrado por el hombre en su largo recorrido en la historia de la humanidad.

Es así como, desde los orígenes de la humanidad, la vida del hombre ha estado relacionada con lo sagrado, desde sus actividades más básicas, hasta sus costumbres religiosas, sociales, culturales y políticas, utilizando para su permanencia en la historia una serie de mitos, leyendas, ritos, cuentos, símbolos, signos y alegorías, entre otros recursos para divulgar la información que hoy conocemos.

Toda esta serie de recursos se relacionan entre sí, y encuentran en el simbolismo una herramienta fundamental para crear una conexión importante entre los mundos interior y exterior, celestial y terrenal,  físico y metafísico, que llevan al enlace final del hombre y la divinidad.

En consecuencia, los seres humanos desde el comienzo de las civilizaciones han basado su existencia en la observación del firmamento, del llamado cielo, en dónde han encontrado respuestas que los han satisfecho, descubriendo la existencia de determinados ciclos celestes o estaciones, el día y la noche, la siembra y la cosecha, los movimientos migratorios de los animales, entre otros fenómenos naturales que fueron incorporando a un sistema de creencias que hoy día sigue siendo practicado alrededor del mundo.

Usaron de esta manera, esos ciclos celestes como instrumento  para predecir por ejemplo las épocas en las cuales debían cazar y recolectar los frutos, cortarse el cabello, iniciar un negocio, entre muchas otras costumbres que fueron apareciendo a medida que el conocimiento sobre los distintos planetas fue aumentando.

En este sentido, el conocimiento y creencias sobre la influencia de los cuerpos celestes sobre la vida del hombre fue en aumento, y esto se evidencia en los hallazgos encontrados en huesos de animales del Paleolítico Superior, que muestran la existencia de muescas, que  revelan que los antiguos pobladores llevaban un registro de observaciones lunares que usaban para preparar la caza, lo cual también se ha evidenciado en hallazgos encontrados en Babilonia, Egipto, China, India y  América Central, que demuestran el uso de las fases lunares para el desarrollo de actividades cotidianas como la caza y la siembra.

De este modo, es evidente que el hombre ha tenido una fuerte conexión simbólica con el cosmos, y que ha creado un sistema de creencias que dependen exclusivamente del manejo de esta información, encontrando así en la astrología una ventana para reforzar la tesis de que las fuerzas planetarias y cósmicas, influyen directamente sobre la vida del hombre y cada una de las actividades que realiza en el plano terrestre, incidiendo sobre su destino.

Por lo tanto, es conveniente que nos remontemos al origen del mito  de la astrología occidental, trasladándonos a la Mesopotamia, Babilonia y Asiria del año 2000 antes de Cristo, en donde se había obtenido un desarrollo significativo con un nivel cultural suficiente para crear una mitología alrededor del misterio de la existencia, relacionándola como es lógico con lo sagrado y lo divino, los cuerpos celestes que ya en esa época habían observado en el firmamento, y la existencia de dioses que para ellos decidían todo lo que ocurría a su alrededor.

De esta manera, estas civilizaciones inventaron dioses como Marduk  por ejemplo, para explicar tanto la caída de una hoja como el movimiento del Sol y las estrellas alrededor de la Tierra, de la cual creían que era centro del Universo. Estos dioses según sus creencias, residían en el único lugar para ellos inalcanzable: el cielo, el cual era la base  de  toda su religión.

Allí en ese cielo, según los registros de Babilonia, después de descubrir la función del sol y la luna, esta civilización se dedicó a observar minuciosamente el firmamento, para descubrir así ciertos cuerpos celestes, los llamados planetas, que en   griego significa  «errantes», debido a que se movían por el firmamento; dando paso así a la identificación de Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, con sus respectivos dioses, a los cuales les atribuyeron características e influencias sobre los hombres,  en función de la forma como los observaban.

De esta manera, actualmente se conservan los registros más antiguos de esta civilización correspondientes al reinado de la dinastía Hammurabi, existente entre los años 1800 al 1600 antes de Cristo, donde se documenta todo lo relacionado con los conocimientos matemáticos y astronómicos de los babilonios, que eran utilizados por los sacerdotes de la época para realizar sus predicciones y orientaciones al rey.

Estos sacerdotes caldeos basaban sus conocidas predicciones, en las observaciones del cielo, para conocer las posiciones relativas de los planetas y la Luna, fundamentales para elaborar el calendario lunisolar que fue básico e indispensable en la cultura babilónica.

Es así como, después de siglos de paciente observación, los babilónicos fueron registrando minuciosamente todos los sucesos acontecidos en esta civilización, así como  las posiciones de los planetas y la Luna, para así establecer relaciones entre ambas variables, además de tener en cuenta cada uno de los fenómenos meteorológicos importantes.

Por lo tanto, las primeras predicciones realizadas por los sacerdotes de esa época guardaban relación con  el tiempo meteorológico, las estaciones, inundaciones, cosechas y sobre todo lo que podía pasar en el futuro en el reinado, pero no se hacían predicciones basadas en el comportamiento y actitudes de las personas. Se conocen así predicciones como las de Sargón el Viejo, en el año 2400 antes de Cristo, quien aseguraba que si la Luna era visible el décimo día, venían  buenas noticias para la tierra de Akkad, pero  malas noticias para Siria., y si el sol poniente se mostraba  el doble de su tamaño normal y aparecían  tres rayos azulados alrededor de éste, significaba que  el  Rey del país estaba perdido.

Por ello, para  los sacerdotes babilonios consideraban las predicciones como un arte básico y obligatorio en su vida cotidiana, utilizando diferentes métodos para lograr su objetivo,  tales como: el vuelo de las aves, la interpretación de los sueños, el análisis de las vísceras de los animales sacrificados, entre otros. Sin embargo, los eventos fundamentales de la vida en el reinado sólo podían predecirse observando al cielo y a los planetas, y su relación con los fenómenos astronómicos y meteorológicos.

Surge así una astrología primitiva, la cual  tomaba en cuenta  el  brillo y posiciones relativas de los planetas, los eclipses de Luna y de Sol, a la aparición de estrellas fugaces, pero no daban importancia a las constelaciones en que se encontraban los mismos.

Posteriormente, en el año 700 antes de Cristo,  nació la idea del Zodiaco y comenzaron a hacerse populares los horóscopos, debido a la evolución de este sistema de creencias que se hicieron  costumbre de reyes y mandatarios, y sobre todo se fue arraigando en las clases populares alrededor del mundo, al punto de que hoy día millones y millones de personas de diferentes culturas y países siguen las predicciones del horóscopo de muchos astrólogos que a su vez utilizan diferentes recursos como la carta astral,  el tarot, las runas, las piedras, caracoles, entre otros, para realizar sus predicciones con mayor o menor grado de acierto.

En este proceso de evolución y cambios, los doce signos zodiacales aparecieron hacia el año  400 antes de Cristo, cuando la constelación de  Libra se construyó a expensas de las pinzas del vecino Escorpión. Es importante saber también por ejemplo, que los nombres de los signos  de Leo (león), Tauro (Toro) o Piscis (peces) guardan relación con la vaga similitud de las constelaciones con  estos animales,  mientras que el signo Acuario, que significa “portador del agua”, correspondía a esa relación de las características climáticas de la región cuando el Sol se encontraba en esa constelación.

Llega así el año 300 antes de Cristo, cuando se produce la conquista de Alejandro Magno, y este sistema de creencias pasa a los griegos, comenzando  a aparecer las  predicciones particulares, debido al arraigo de las creencias en el pueblo y el deseo que cada persona tenía  de conocer su futuro, haciendo que el espectro se amplifique y llegue a mayor número de personas, aumentando con esto el mito de la astrología y su influencia en la vida de las personas, donde la posición de los planetas, el sol y la luna era fundamental.

Posteriormente, los egipcios aportaron a la astrología egipcia la existencia de los llamados decanos, que son períodos de 10 días, los cuales se encontraban  bajo la protección divina de un dios determinado en el período de un año, que hacía que hubiesen 36 decanos anualmente, en los cuales existía una influencia particular sobre cada signo.

En resumen, según los mitos astrológicos los planetas afectan a las personas, a sus pensamientos, maneras de comportarse, actitudes, talentos, preferencias y en su estilo de vida, lo que hace que cada hombre tenga una conexión básica con el Universo, que dicho de otra manera está dentro de nosotros, como si fuese ese Dios en el cual la mayoría de los seres humanos cree, de acuerdo a diferentes formas de percepción del mundo de diversas religiones, funcionando como un sistema perfecto, en donde las leyes de la naturaleza, son quienes controlan el perfecto proceso de la creación.

Creamos o no en la astrología, lo cierto es que el universo guarda dentro sí un sinfín  de energías ocultas y maravillosas, misterios y mitos que perduran en el tiempo, y que son difíciles  de percibir para muchos, pero que el desarrollo de la intuición y la percepción en ocasiones nos ayudan a comprender y sentir, para así estar  en contacto con la esencia universal.

ALFA